viernes, 2 de febrero de 2018

Libertad






¿Qué es la libertad? Si entramos al diccionario de la RAE veremos que tiene muchas acepciones siendo las más destacadas:


Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.

Es decir, libertad en cuanto a libre albedrío.

Estado o condición de quien no es esclavo.
Estado de quien no está preso.

Estas dos son como contraposición a la esclavitud o a la prisión. Hay muchas otras, de hecho es una palabra con muchos significados distintos según el contexto. Me voy a centrar en dos especialmente:

En los sistemas democráticos, derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas.
Condición de las personas no obligadas por su estado al cumplimiento de ciertos deberes. 
 
Y es que no cabe duda de que la libertad como algo opuesto a la esclavitud o algo opuesto a la prisión es algo bueno y deseable, sin lugar a dudas.

En cambio, si entramos en las otras acepciones la cosa ya empieza a dar más que pensar. Por ejemplo, en la primera de las acepciones, podría argumentarse que es algo imposible si existiera “el destino” por no hablar de la frase más asociada a la palabra libertad: “La libertad de cada uno acaba donde empieza la de los demás”.

Partiendo de que no creo en el destino y que efectivamente considero a cada uno responsable de sus actos me voy a centrar en las últimas dos acepciones.

¿Puede o debe el estado obligar a sus ciudadanos a cumplir ciertos deberes?¿Hasta donde? En la respuesta a esta pregunta se encierra en gran medida la respuesta a los distintos sistemas políticos y formas de organización que ha tenido la humanidad.

Aunque sería interesante, no voy a realizar un paseo por los distintos sistemas políticos que han organizado nuestra vidas a lo largo de la historia, voy a intentar centrarme en línea con mis últimas entradas del blog en nuestro sistema: la democracia. ¿Donde empieza y acaba la libertad del individuo en democracia?¿Hasta donde debe intervenir el estado?

Hay un grupo importante de personas que opinan que la libertad debe ser lo más amplia posible y el estado debe reducirse al mínimo, dedicándose solo a mantener la ley y el orden y garantizar el cumplimiento de los contratos. Así deberían reducirse drásticamente los impuestos, dejando libertad de movimiento a las empresas y a las personas.

En la entrada sobre “Democracia” señalaba las palabras de Bertrand Russell sobre la libertad personal:

Debe existir una esfera dentro de la cual las acciones de un hombre no pueden estar sujetas a la fiscalización gubernamental, incluyendo la libertad de palabra, la libertad de prensa y la libertad religiosa. 
 
No hay duda, palabra, prensa y religión deben estas abiertas a los individuos aunque ya podemos introducir matices, como decir que no debemos atacar a otras personas gracias a esa libertad por ejemplo mediante insultos (palabra), difamaciones (prensa) o mediante atentados en nombre de la religión.


Centrándonos en el aspecto económico, podríamos empezar recordando a Adam Smith, que defendía el libre comercio como el medio más idóneo para la economía, afirmando que las contradicciones engendradas por las leyes del mercado serían corregidas por lo que él denominó la "mano invisible" del sistema que en pocas palabras establecía que la libre competencia perfecta (sin intromisión del estado) permitía un beneficio de todas las partes y un crecimiento económico justo y constante.

Así muchos líderes internacionales como el líder conservador británico, David Cameron, han declarado que:

Los mercados libres son la mejor fuerza imaginable para producir riqueza y felicidad humanas

En base a ello promovieron políticas que acabaron con el monopolio estatal de los servicios públicos en Reino Unido y de forma similar se ha ido realizando en el resto de Europa.

Pero ¿realmente no necesitan al estado estas empresas y estos mercados?

Podemos señalar en primer lugar, el papel del estado como garante de la propiedad privada gracias a la policía y el sistema legal, protegiendo locales y la producción de las empresas, pero también mediante leyes de patentes que impiden el robo de las ideas y de la marca y la propiedad intelectual de las mismas.

También se benefician las empresas con la inversión en investigación y desarrollo del estado. Toda la investigación realizada en los organismos públicos de investigación y en las universidades acaba revertiendo en innovaciones para las empresas del país.

Otro beneficio para las empresas son todas las infraestructuras que realiza el estado, las redes de carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos facilitan el comercio, los suministros o incluso el acceso de la mano de obra a los puestos de trabajo de las empresas.

Otro importante capítulo que no sale habitualmente en los titulares de los periódicos salvo casos flagrantes son los distintos tipo de subsidios que se dan a las empresas a veces en forma de reducciones fiscales y otras en forma de rescates como las autopistas o los bancos españoles. ¿No deberían ser responsables los accionistas de las empresas de las quiebras de las mismas? ¿Por qué sí pueden recoger los dividendos cuando van bien pero no pueden perder el valor de sus acciones cuando van mal? ¿Es porque son empresas estratégicas?. Y si es así ¿no sería mejor que dichas empresas estratégicas permanecieran en manos del estado?

Llegamos a la situación absurda de que el riesgo recae en el contribuyente, mientras que los beneficios se privatizan.

El fin de las empresas es obtener beneficios, no deben ponerse en sus manos los servicios públicos cuyo fin debe ser dar un buen servicio al ciudadano. Y cuando hablo de servicios públicos me refiero a la sanidad, la educación, los servicios sociales, la seguridad social, el sistema judicial, la policía, la defensa, el transporte y también el suministro de energía, agua, la vivienda social o las comunicaciones.

Existen multitud de ejemplos que han demostrado que la privatización de algunos de estos servicios no solo no los han mejorado sino que además han costado más caros que antes de ser privatizados.

Y es que vivimos en una sociedad donde todos tenemos cabida y nadie debe quedar en las cunetas, aunque es cierto que como decía Margaret Thatcher:

No sé de nadie que haya llegado a lo más alto sin trabajar duro. Esa es la receta. No siempre te llevará a lo más alto, pero debería acercarte bastante

Hay que fomentar el trabajo y el esfuerzo pero no podemos dejar a merced del libre mercado y de las ansias de riqueza de las empresas nuestra economía. Thatcher también dijo:

Cada regulación es una restricción de la libertad; cada regulación tiene un coste
 
El meollo del tema es hacer las regulaciones adecuadas, cosa harto difícil pues es como una balanza donde un peso un poco superior en uno de los lados puede producir abusos de los que reciben ayudas, un peso en el otro dejar personas desprotegidas. 

Si algo hemos demostrado los seres humanos es que tenemos imaginación para saltarnos las reglas para nuestro interés, de ahí, que sea fundamental un cambio cultural donde lo importante no sea la regulación sino la buena intención de todos en que se lleve a cabo de forma justa. Casi suena utópico, pero no lo veo imposible.